Han
pasado 10 días de aquel terrible (por segunda ocasión) 19 de septiembre.
He
esperado mucho para escribir estas líneas porque tenía el estomago revuelto.
Porque mis manos no dejaban de temblar y porque cada que me sentaba frente a la
computadora regresaban a mi mente decenas de imágenes que hubiera deseado nunca
ver y no volverlas ver. Nunca.
Tardé porque me sentía culpable por gastar mi
tiempo escribiendo, y no ayudando en las calles como millones de personas. Me
he tardado porque no tenía el valor. Porque siempre le he temido al dolor… y en
esta ocasión, escribir duele. Recordar
duele.
Tras
estos 10 días (o los que hayan pasado en los que usted lea este texto) veo que
la vida vuelve a la normalidad, poco a poco, de paso, por gotas, pero vuelve a
la normalidad. Y no quiero.
Porque
con la tragedia del 19S hemos sacado la mejor versión de nosotros. Solidarios,
amigos, sensibles, empáticos. Mexicanos.
Nos
hemos quitado el taco de la boca para dárselo a quien no tiene. Nos hemos aguantado
la sed para compartirle un chorro al sediento. Nos hemos privado de gustos y
gastos por ir a comprar cosas a quien lo necesita y NO CONOCEMOS, pero que
queremos.
Millones
de personas han salido y se han apoderado de las calles. Ante un gobierno indolente y de cortos alcances, la sociedad civil puso los recursos,
las manos y los huevos, y ayudó. Algunos cargando, otros limpiando, muchos
organizando el tráfico, preparando comida, cuidando hijos de otras personas,
empacando, donando, transportando, llevando gente a sus destinos, abrazando.
Médic@s, psicólog@s, albañiles, estudiantes, empresarios, cociner@s, artistas,
profesor@s, ricos, pobres, madres,
hijos, hermanos... Mexicanos.
Tras
el 19 de septiembre los mexicanos han rescatado de los escombros a centenares de
personas y vidas, pero también han rescatado a nuestro México. Lo levantan y lo
reconstruyen. Lo erigen con orgullo, con cariño y con compasión. Gente en la
calle dándole la mano a desconocidos, sonriéndole a personas sin rostro,
cediendo el asiento, invitando un café, platicando, consolando, riendo,
cantando. Riendo, siempre riendo, a pesar de las lágrimas y angustias, riendo
como solo México lo hace.
La
gente compartió las calles, sus autos, sus casas. Confió. Y no quiero que eso
termine, porque regresamos a la normalidad, y hoy, después del 19S, a la
distancia veo la normalidad y NO ME GUSTA. No me gusta desconfiar, no me gusta
despreciar, ofender, etiquetar, juzgar. No me gusta esperar siempre lo peor de
los demás, eso no es México, ya lo demostramos, ya lo vivimos. Somos más que
eso, no somos esa “normalidad”, somos más!
Después
del 19 de septiembre podemos ser héroes (como dijo Bowie), podemos ser mejores.
Podemos ser potencia y poner orden en nuestro país. Organizarnos y exigir.
No
quiero volver a la normalidad de Los Pinos, de los abusos, de los bonos, de los feminicidios, de la
corrupción impune y dolorosa.
No
quiero volver a la normalidad de la indiferencia, del egoísmo, de la
competencia y la envidia. Ya lo superamos, el 19 de septiembre nos llevó a ese
nivel, nos mejoró. La tragedia fue nuestra maestra, ya aprendimos, o ¿nos falta algo?
Volver
a la normalidad sería ofender a nuestros muertos. Deshonrar su memoria,
burlarnos de nuestra tragedia, faltarle el respeto a la tierra, a nuestras
familias y a nosotros mismos. No quiero volver a la normalidad. Hoy, a días del
19S puedo decir que odio la normalidad, y amo a México, a su gente, sus brazos,
su corazón.
Gracias
a todos por ser y estar. Por ayudar, por no bajar la cara ante la desgracia.
Gracias
por luchar y compartir y no dejar de reír.
México
querido, cuentas conmigo, y con millones de mexicanos –y extranjeros que
vinieron ó viven aquí- y te prometo que te vamos a levantar. En todos los
sentidos, te vamos a levantar. A elevar.
#FuerzaMéxico